Para Martin Wolf, es inverosímil una
recuperación rápida, y alerta sobre efectos permanentes en la calidad de vida,
especialmente en Latinoamérica. RUBÉN LÓPEZ PÉREZ SUBEDITOR DE
PORTAFOLIO JUNIO 01 DE 2020 - 09:58 P.M.
La mayoría del mundo espera que tras
la recuperación, la economía mundial vuelva a ser como antes de la pandemia. Sin
embargo, los retrocesos sociales, de calidad de vida, de empleo o incluso de la
forma que tendrá el mundo después de la crisis, hacen que, quizá, las cosas
nunca regresen a como eran.
Esta es una de las reflexiones de
Martin Wolf, principal comentarista económico y editor asociado del Financial
Times, quien se ha convertido en una de las plumas en temas económicos más
relevantes del mundo. Él habló con Portafolio para mostrar su visión de la
pandemia del coronavirus.
Con los datos que tenemos hoy, ¿cuál
es su visión del impacto de la pandemia?
El primer trimestre no nos va a decir
mucho, pues la mayoría de cuarentenas fueron en el segundo, pero en la primera
mitad de año veremos el mayor descenso en la producción y el comercio mundial
desde la Segunda Guerra Mundial.
Se ha comparado la situación con 1930,
pero precisamente, lo que hizo ‘gran’ a la Gran Depresión fue que el declive
duró varios años, alrededor de 10 en Estados Unidos, con altos desempleos y un
colapso devastador en los productos básicos, lo que hizo que particularmente
países de Latinoamérica entraran en default, pues eran exportadores.
Es decir, hubo un caos económico, con
enormes crisis bancarias y quiebras que generaron un punto de inflexión. Pero,
por
ahora, nada de esto ha sucedido.
ahora, nada de esto ha sucedido.
Se puede comparar el impacto que
estamos viendo, pero las crisis son distintas. Al igual que ocurre con la Gran
Recesión de 2008, cuyo origen fue financiero. El shock ahora es del sector
real, como consecuencia de una enfermedad, lo que hace que sea un poco más
parecido a las conmociones petroleras de los 70.
Entonces, ¿cuál es la mayor
diferencia?
Que es la primera vez en la historia
que el golpe fue por una decisión de los gobiernos, al elegir cerrar las
economías. Esto en cierto modo, pues el miedo iba a parar las actividades de
todas formas. No obstante, la crisis se genera por una decisión consciente. Y
eso que ha habido pandemias peores, la Gripe Española fue mucho peor, pero
nadie cerró su economía.
En definitiva, podemos decir que el
impacto sí es comparable con la Gran Depresión, y que será más pronunciado que
la Gran Recesión, pero no sabemos muchos más allá de eso.
Los países esperan una rápida
recuperación. ¿Es una apuesta arriesgada?
Mi apuesta es que no vamos a ver una
recuperación en ‘V’, no habrá una subida tan rápida como lo ha sido la
contracción.
Por varias razones: la primera es que
la enfermedad todavía está y los casos siguen aumentando y llegando a países
que habían presentado menor avance. Es posible que Brasil llegue a tener más
contagios que nadie, lo que hará que sea muy difícil de controlar en
Latinoamérica.
Todo esto hace que no se vaya a volver
aún a la normalidad, el turismo o los viajes de negocios son ejemplos de que
habrá sectores que seguirán sintiendo el impacto en su operación.
El segundo factor es que la crisis es
prevalente, lo que está relacionado con lo anterior. La gente tampoco va a
volver a la normalidad, muchos se seguirán quedando en casa porque están
nerviosos, lo que supone una restricción muy grande para una porción de los
negocios. De hecho, se habla ahora de las reaperturas, pero ninguna puede
volver a la situación en la que se estaba antes de la pandemia.
Y el tercer factor es la posibilidad
de que vuelva a surgir el coronavirus. Todas estas razones hacen inverosímil
que vayamos a mejorar en la misma forma en la que caímos. Las empresas serán
conservadoras, habrá menos inversión, y quién sabe cuándo tendremos una cura,
bien podrían ser cinco años.
A pesar de todo esto, se debe ser
optimista, y una visión sería pensar en una mejora en 2021 o 2022.
¿La situación puede ser todavía peor a
la actual?
Se puede esperar un lento crecimiento
de la producción, y también que no volvamos a lograr el crecimiento anterior de
la pandemia. Por ejemplo, algo que podría empeorar la situación es la tensión
entre Estados Unidos y China, su relación se está volviendo increíblemente
mala, y eso podría generar mayores problemas al resto de países.
¿Cuál cree que es ahora el mayor
riesgo, que la crisis se vuelva financiera o que haya una ola masiva de
bancarrotas?
Creo que es una certeza que se van a
presentar quiebras de empresas en todo el mundo. Si como estimo no habrá una
fuerte recuperación en los próximos dos años, muchas empresas no sobrevivirán e
irán a bancarrotas. Y eso, por supuesto, afectará inevitablemente al sector
bancario.
En este sentido, estoy bastante
preocupado con lo que pueda ocurrir en los mercados emergentes, hay muchos que
están muy endeudados en moneda extranjera, y hacer reestructuraciones es muy
difícil. Y en estos países muchas empresas han pedido demasiados préstamos en
dólares, por lo que es casi inevitable esa ola de bancarrotas.
Este podría ser el caso de Colombia,
no estoy seguro, pero sí de otros países de la región, como Brasil.
Todo esto también afectará los
gobiernos, incluso si no hay defaults tendrán que recortar el gasto, porque las
quiebras generan menores ingresos fiscales y también mayores déficits. Y los
países emergentes no tienen las capacidades de Estados Unidos o China para
enfrentar la situación. Es un gran riesgo perder el acceso a los mercados
globales.
¿Podemos esperar más países de Latinoamérica
entrando en ‘default’?
Me sorprendería mucho si al final de
la pandemia Argentina fuera el único país de América Latina en default. Eso
dependerá de la vulnerabilidad que tenga cada economía.
Obviamente, Argentina tenía un caso
especialmente llamativo, pero cualquier país que presente una gran cantidad de
deuda en moneda extranjera, será vulnerable, sobre todo en un momento en el que
los ingresos por exportaciones están cayendo, y las actividades están
disminuyendo y, por tanto, los ingresos. Varios de la región entrarán
inevitablemente en mora.
Ya vemos alto desempleo, informalidad,
pobreza... ¿Cuál será el costo social de la pandemia para Latinoamérica?
Esto forma parte de un fenómeno más
amplio, que llega incluso a países desarrollados, que la crisis ha exacerbado
la inequidad.
Muchas personas han podido seguir
realizando sus empleos desde casa, pero los que trabajen cara a cara, cuidando
personas, en ventas minoristas, etc., todos ellos se ven particularmente
afectados por las cuarentenas, son incluso más vulnerables a la enfermedad.
Ya hay aumentos marcados en los más
pobres, y eso se extiende por supuesto a gran parte de Latinoamérica. Esto hace
que cuando se mire hacia el futuro, incluso cuando tenga lugar la recuperación,
la economía no será la misma que antes.
¿Cuáles pueden ser los principales
impactos?
Por ejemplo, muchas empresas y
personas se dan cuenta que pueden hacer cosas en línea, y eso va a ser un
impacto para los puestos de trabajo que dependen del cara a cara, muchos se
destruirán.
Y lo mismo con las fábricas, la
pandemia va a impulsar la automatización, y la vieja fuerza laboral se
reducirá.
Sumado a esto, la pandemia nos golpea
a todos, no solo a los que están en desarrollo, por lo que me preocupa mucho
los retrocesos que vamos a ver en pobreza y en desigualdad.
También podemos esperar una reducción
de la clase media, y fuertes problemas para que los jóvenes ingresen a la
fuerza laboral. Es decir, me preocupa que haya una pérdida permanente de
ingresos.
¿Cree que la pandemia tenga
consecuencias políticas?
La probabilidad es alta respecto a que
haya efectos políticos por la pandemia, los cuales pueden afectar la
estabilidad, incluso de las relaciones internacionales.
Tras la crisis, la gente estará
comprensiblemente enojada, molesta y desesperada, por lo que puede tener
impactos en el largo plazo. No me sorprendería si surgiera más populismo,
nacionalismo y autoritarismo que antes de la crisis, e incluso más tendencias
de extrema derecha. Creo que tenemos que empezar a asumir que la economía
mundial no volverá completamente a la normalidad, lo que tendrá un impacto
adverso aún desconocido para todos.
¿Un país como Colombia puede mantener
por más tiempo la cuarentena?
Cada país es diferente y Colombia ha
estado relativamente bien administrado y con un mejor desempeño que el resto de
la región. Su situación está lejos de la de los más pobres, por lo que se puede
esperar que su evolución sea mejor que la de la mayoría.
No obstante, si tiene un país en el
que la mayoría de la gente vive del día a día, que trabaja para sobrevivir,
además hay una red de bienestar social muy limitada y el país tiene pocos
recursos fiscales para apoyar fácilmente a las personas en edad de trabajar,
entonces no veo cómo se puede mantener la cuarentena.
La gente tiene que comer, y se puede
pensar que es ridículo salvar a las personas de una pandemia, que probablemente
no los matará, y matarlos de hambre en su lugar.
Entonces, si el Gobierno no puede
organizar programas de apoyo a una escala adecuada para llegar a todas las
personas, entonces creo que no puede sostener su cuarentena.
Esta es una decisión muy difícil para
los países emergentes, pues si en unas semanas de cuarentena no se ha logrado
tener los contagios bajo control, entonces no va a funcionar. Más bien hay que
ver la forma de manejarlo y, al mismo tiempo, dejar que la economía vuelva a
funcionar.
¿Cree que esta pandemia va a ser un
punto de inflexión para la economía tal como la conocemos?
Estoy dispuesto a apostar una gran
cantidad de dinero a que no vamos a ver el final del capitalismo. Este es un
sistema increíblemente flexible, adaptable y pragmático, y es más, en los
últimos 200 años hemos visto una gran cantidad de variedades de este.
Hay muchos modelos de economía de
mercado que se implementan, pero no vemos sistemas no capitalistas, salvo la
excepción de China, que se da porque Xi es un líder autoritario.
Con esto, no solo creo que el
capitalismo sobrevivirá, sino que va a seguir siendo la forma dominante de la
actividad económica. Pero creo que podría ser muy diferente.
¿En qué sentido?
En primer lugar se puede esperar un
capitalismo más nacional, y un retroceso de la globalización. No significa que
vayamos a retroceder a los años 30, pero las economías se pueden volver más
autosuficientes.
En segundo lugar, habrá una gran lucha
entre un capitalismo nacional más conservador y otro más de izquierda, ya lo
hemos visto en el pasado.
Junto a esto, se puede esperar un
importante cambio en el rol del Estado, esto es inevitable cuando está haciendo
tanto en estos momentos, por lo que será permanente. Otra cosa es si se vuelve
un intervencionismo como el de Bolsonaro o Trump, u otro modelo más como el que
tiene Suecia. Unido a esto, habrá una mayor desigualdad, lo que puede exacerbar
la lucha de clases en los países.
Y, por último, quizá se podría dar un
giro hacia la sostenibilidad, que nos demos cuenta que esto es una oportunidad
para reducir nuestras emisiones. Pero al mismo tiempo, seremos conscientes de
que los países serán más pobres y no podrán permitírselo.
¿Y en lo geopolítico?
Una gran crisis lanza las piezas del
puzzle de la economía y la geopolítica al aire, remodela el mundo, y no se sabe
cómo caerán. Tras la Gran Depresión, a los países les costó mucho volver a la
normalidad. Ahora, han pasado solo 12 años desde la anterior, y eso es lo que
hará más difícil que las cosas vuelvan a ser como antes. En 5 o 10 años, el
sistema será muy diferente.
Cabe decir que después de la Segunda
Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido quien ha dado forma al mundo, el sistema
actual se construyó a su imagen. Pero ese mundo se acabó.
Ese espacio no lo tomará China, no es
lo suficientemente fuerte aún y nadie copiaría su modelo. Más bien creo que nos
vamos a mover a un mundo desordenado, impredecible, anárquico, sin cooperación.
No parece un buen mundo para Latinoamérica...
Ese es un motivo de preocupación,
porque la posición de los países emergentes va a ser más difícil. Pero también
podría ser positivo. Pensemos en un mundo en el que Estados Unidos no es
hegemónico, sino que tiene que competir, con China quizá. Los dos están muy
interesados en el futuro de Latinoamérica y eso se podría aprovechar. Pero el
pasado de la región ha sido muy volátil y podemos espera que continúe así.